Lo que escribo, cuando lo escribo.

Estas son mis ideas, esbozos de relatos por nacer.

miércoles, 11 de agosto de 2010

The Sandman

Nunca leí la tira de Sandman, de Neil Gaiman, pero tengo un recuerdo vago de cuando era chico de haber leído en una Tony o una Nippur algo como "el señor de los sueños..." y "hace muchos años la enfermedad del sueño afectó a gran parte de la población. La gente no podía despertar." y no sé por qué lo relaciono siempre con Sandman... Bueno, ahora sí. Buscando un poco en Internet veo esto: "víctimas de la enfermedad del sueño que se abate sobre el mundo durante la prisión de Sandman" referido a uno de los capítulos de Gaiman. Entonces, de alguna manera he leído Sandman, posiblemente en el 88.
La cosa es que la idea germinó y acabó en un relato sobre el tema: la enfermedad del sueño...
"Regresé a casa pasadas las seis. El cielo oscuro y tormentoso se negaba a darle paso a los nacientes rayos solares, extendiendo la noche más allá de su límite natural. Dan acababa de despertarse y me encontré frente a la dura tarea de explicarle qué había ocurrido con su madre y con el resto de la gente. Se lo dije con palabras simples, acotado por lo escaso y limitado de mis estudios. Dan demostró una gran capacidad de comprensión.
—¿Y despertarán alguna vez?
—No lo sé. Eso espero.
—¿Y que pasaría si no despiertan?
—…"
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jueves, 24 de junio de 2010

Una pausa

Puse en pausa la novela por unas semanas, y mientras tanto, paralelamente a los ajustes en mi rutina (o, mejor dicho, hasta que los cambios vuelvan a ser rutina), escribí un cuento pequeño y extraño. Aquí una muestra:
"Me despertó el chillido de una bestia. Salté a un lado a tiempo para evitar un ataque mortal del Devorador y seis poderosos brazos me aferraron por la espalda. Afortunadamente yo siempre dormía con mi cuchilla en la cintura y con un movimiento rápido hinqué el metal en el vientre de mi segundo atacante. El Devorador se volvió hacia mí y le abrí un tajo en el hocico que le hizo recular. Un tercer demonio voló sobre mi cabeza y también fue víctima de mi cuchilla. Luego rodé a un lado y levanté una pesada hacha sobre mis hombros. El Devorador herido me miró con estupor. No se esperaba tamaña reacción de parte de un humano. Los demonios nunca lo hacían.
Arrastré los tres cuerpos muertos fuera de mi carpa y los abrí al medio bajo la luz del sol para que se secaran. Me alejé unos pasos para admirar mi obra y aspiré el aire profundamente.
—¡Me encanta el olor a sangre de demonio por la mañana!"

lunes, 24 de mayo de 2010

Más fragmentos de la novela

El mundo mecanizado va tomando forma. Aquí más adelantos:

"Juan, desde su inocencia, jamás se explicó por qué, si la esquina de Rondeau era conocida por sus combates sangrientos, nunca fue cerrada definitivamente y apresados los corredores de apuestas y vendedores de drogas, pero con el tiempo, y conforme iba aprendiendo los códigos de la noche en la ciudad, supo aceptarlo como un evento que se daba porque sí, porque la gente necesitaba descargar su furia, y hasta llegó a apreciarlos y a tomar parte.
Una tarde de viernes, con el cielo cargado y la humedad tan alta que las propias baldosas transpiraban, dos amigos de Juan lo convencieron de asistir a una de las singulares veladas de la esquina de Rondeau, y así conoció la euforia de un pueblo sometido y la locura fascinante de la violencia desatada. El galpón olía a aserrín y a pegamento, a orines y a cerveza derramada, y Juan jamás olvidaría ese extraño y heterogéneo aroma que le decía que estaba en un sitio fuera del mundo, fuera de su realidad personal y de cuanto conocía o le habían referido."

"Randy estacionó su camioneta junto a otras que ya aguardaban y se apeó con dificultad, como si la cercanía del río afectara sus mecanismos motrices. Miró en derredor e intentó captar el espíritu de libertad que tantas veces había descubierto, pero no pudo lograrlo. Había algo incómodo en el lugar, o tal vez en él mismo, que le impedía relajarse. Observó nuevamente el cielo cargado y se le antojó como una coraza, una especie de tapa que oprimía su mundo personal. Una curiosa sensación de claustrofobia lo embargó allí mismo, en medio del descampado, y no pudo librarse de ella hasta que por fin se encontró con su amigo Murray dentro del galpón-taller. El gordo mecánico estaba trabajando en su mesa con los brazos de una mujer de avanzada edad y meneaba la cabeza. A su lado otro anciano los observaba a los dos, más con fastidio que preocupación, y caminaba de un sitio a otro impaciente. En un rincón, detrás de unas enormes maquinarias que Randy sabía que se utilizaban para rectificar piezas delicadas aunque ignoraba cómo funcionaban, dos ayudantes acababan los últimos detalles en unas piernas nuevas para un enorme cowboy de ciento veinte kilos y dos metros de altura."

"—Ya entiendo. Esas aves de rapiña quieren quitarla del medio y usted está buscando una jugada política que le permita salir bien parada de esto.
Elena quitó la vista y asintió frunciendo los labios. Sonaba tan mal expresado así que le daba asco de sí misma, pero no podía más que aceptarlo.
—Sé que no es mi área. Lo mío es la salud, pero nadie está haciendo nada por esta gente y si brindarles justicia, además ayuda a mi imagen pública, tanto mejor, ¿no le parece?
—Es verdad, discúlpeme. No quise ser ofensivo. Es que la política y las armas no suelen llevarse muy bien. Yo tengo una mente que se mueve en un mundo estratégico y siempre pienso en pos de un objetivo. Ustedes, en cambio, le encuentran siempre un costado diferente a las cosas; o al menos lo expresan diferente. Hacen que suene menos… descarnado.
—Es menos descarnado. Trabajamos con gente, y la gente además de pensar, siente… No quiero que me vea como al resto de los políticos de hoy día, coronel. No he cambiado tanto desde que era una simple médica de frontera.
—No se preocupe, señora. Sé quién es usted y qué ideales tiene, y por eso le brindo mi ayuda incondicional. Es fácil comprender que en el ambiente en el que se encuentra ahora deba adaptarse o desaparecer. Uno nunca es uno mismo todo el tiempo."

miércoles, 21 de abril de 2010

Novela en producción

Para coronar -aunque no agotar- el ciclo de la mecanización abierto con la Era del cambio y continuado con dos relatos que, espero, pronto vean la luz, estoy escribiendo una novela con nuevos personajes que, de alguna manera, se enlazan a los ya existentes en los relatos. Aquí intento mostrar la suerte que corre el mundo frente a la evolución constante de la tecnología cibernética.
Les presento algunos párrafos sueltos:

"El techo de la Sala de Espera era alto y abovedado y le otorgaba a la intervención que pronto tendría lugar un aire sacramental de profunda emotividad. Juan pestañeó varias veces y contuvo con éxito las lágrimas que amenazaban con asomar en sus deslumbrados ojos. Su vida cambiaría definitivamente, comprendía eso, lo comprendía demasiado y sentía una suerte de congoja al pensar en aquellos que habían pagado su intervención y habían hecho posible para él algo que ellos jamás obtendrían: transformarse en meca."

"—Muchacho, ¿qué haces aquí?
Una voz cavernosa que denotaba asombro tronó a pocos pasos de donde se hallaba Juan. El joven se volvió y se encontró con la mirada profunda y atemorizante de un oscuro pos disfrazado de persona con una camisa y unos pantalones holgados que bailoteaban con las corrientes de aire. Los binoculares en su rostro se extendían curiosos.
—Vengo a hacerme la inserción axial, señor…"

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domingo, 4 de abril de 2010

Buscando título

El cuento ha terminado y aún posee título provisorio. Estos son algunos párrafos más:

"Observé los rostros de los operarios y hallé algo más que cansancio. Ya no veía el entusiasmo inicial en ellos, estaban apagados y cabizbajos, y diría que algo temerosos. Sólo Namura continuaba con una sonrisa incrustada en el rostro y con una energía inusitada para tan avanzada hora. Recién en aquel momento sopesé la posibilidad de que el oriental estuviera bajo la influencia de algún tipo de droga estimulante, y que, incluso, fuera adicto a ella. Eso era algo que podría explicar una multitud de cuestionamientos en torno a él."

"El bar olía extraño, como a perro mojado, pero no me importó. Me senté en una mesita alejada de todo y pedí una ginebra para empezar a calentar la garganta. El reloj de pared denunciaba las diez treinta de la noche y me dije que hasta la medianoche podría darme libertad. El camarero trajo la botella de ginebra y un bocadillo de cortesía diminuto y poco apetecible. En ese momento un aymara bajito comenzó a rasgar unas cuerdas y a entonar una canción melosa y pegadiza. Aquella voz limpia no iba con ese cuerpo regordete y descuidado. El contraste me hizo pensar en algún tipo de artilugio, pero al cabo de una cuantas canciones me convencí de que no había tal, era él nomás, dueño de un destino dispar, condenado a entretener a oscuros personajes en un bar perdido cuando podría haber amasado millones de haber nacido en otra parte y en otro cuerpo. De haber tenido otra vida."

lunes, 15 de marzo de 2010

Algo nuevo

Hoy he escrito unas pocas líneas que conformarán el comienzo de un nuevo cuento -aún sin título- que ya se perfila en mi mente como de los que buscan la revelación en el descenlace. La temática no es fuera de los común, pero intento aplicarle un ángulo diferente que, espero, logre su cometido.

"La cafetería olía a café recién hecho y a panecillos tostados, recordándome los que solía preparar Lucía, crocantes, pero no quemados, y untados de manteca con generosidad. El recuerdo alimentó mis deseos de volver a casa tanto más que mi apetito, pero en aquel momento sólo podría calmar lo segundo antes que lo primero.
Lo urgente no deja tiempo para lo importante, pensé mientras me sentaba tras una mesa desocupada. Era una frase que Lucía repetía a menudo durante nuestras charlas telefónicas como corolario a la multitud de razones de peso que nos obligaban a mantenernos distantes. Ella lo decía como consuelo, pensando quizás en tiempos futuros más benignos y económicamente más holgados, pero a mí me sabía a reproche, a lamento, y no podía quitarme el sabor amargo que me producía hasta varias horas después de haber cortado la comunicación."

miércoles, 3 de marzo de 2010

Una secuela

Mientras escribo estas palabras estoy buscando un final para una secuela de La era del cambio. Los protagonistas reaparecen casi todos y el conflicto continúa. Han pasado dieciséis años y el mundo está preparado para un salto definitivo, un cambio mayor...


"...Y estaba en lo cierto. Mi hijo tenía toda la razón en pensar así porque el jurado estaba compuesto ciento por ciento de mecas, y no tardaron mucho en notar mi calidad de retrógrado, enemigo de la tecnología. Él me lo anticipó pero no quise escucharlo, como nunca antes lo hice, ni lo haré en el futuro. Me es imposible, ya lo tengo asumido, y sé también que todo se debe a ese maldito implante axial que se hizo de joven a pesar de mi rotunda negativa. Desde aquel momento sentí que había perdido un hijo y ganado un extraño, y muchas lágrimas derramé por ello..."


"...Yo no lo escuchaba, revolvía entre las pilas de papeles con dedos adormecidos, leyendo casualmente fechas y nombres borrosos, lugares, sensaciones. Una factura de compra por un vestido, un ticket de ingreso a un parque de diversiones, una fotografía gastada y quebrada de la familia reunida en casa de mi madre; todos testigos heridos de un pasado agridulce que ahora también me abandonaban..."

sábado, 13 de febrero de 2010

El día y la hora

Precuela de La era del cambio, este relato plantea las bases del conflicto producido por la intrusión de la tecnología en la vida íntima de la familia y sus efectos en la sociedad. ¿Hasta qué punto es deseable tecnificar la vida? ¿Cómo se verán alterados nuestros sentimientos cuando poseamos más información de la que podamos necesitar?

"La suerte, o la desgracia, ha querido que hoy, abiertamente, se disponga de un Árbol de Salud como de los resultados de un estudio de paternidad o el de una enfermedad congénita. Tan simple y tan difundido se ha hecho este tipo de estudios que prácticamente todas las familias poseen su árbol de salud actualizado y en constante vigilia.
Lara, con su acotada visión cosmológica y su afán por la tecnología de vanguardia, no dudó un instante en hacernos el estudio a cada uno y dedicarse a llevar un control puntilloso de la salud familiar. Por mi parte, tras permitírselo luego de acaloradas discusiones, he decidido no participar en esa neurótica carrera contra el destino y mantenerme al margen de cuanto de bueno o malo —siempre es malo— nos pueda ocurrir..."

El día y la hora está destinado a participar en un número de la revista Próxima que dirige Laura Ponce en muy pocos meses. Ya anunciaré su aparición como es debido por estas mismas páginas.

viernes, 22 de enero de 2010

Partículas

Un relato que explora las posibles implicancias de remotos experimentos científicos en la vida de una persona común, ajena a la tecnificación y a la locura del mundo.


"El fin del mundo era atroz por donde se lo mirara, pero personalmente significaba también una forma de redención, un consuelo. Sobrevivir a Lara era una condena mucho mayor que la propia muerte, un lastre que me hundía desde los pies. Sin embargo ver su trágico fallecimiento como una suerte de escape a un Apocalipsis doloroso era, en cierta forma, un alivio.¿Por qué esas elucubraciones de fanáticos finimundistas siempre resultaban en mentiras, en engaños para crédulos? ¿Por qué el mundo no se acababa de una buena —mala— vez?"