El cuento ha terminado y aún posee título provisorio. Estos son algunos párrafos más:
"Observé los rostros de los operarios y hallé algo más que cansancio. Ya no veía el entusiasmo inicial en ellos, estaban apagados y cabizbajos, y diría que algo temerosos. Sólo Namura continuaba con una sonrisa incrustada en el rostro y con una energía inusitada para tan avanzada hora. Recién en aquel momento sopesé la posibilidad de que el oriental estuviera bajo la influencia de algún tipo de droga estimulante, y que, incluso, fuera adicto a ella. Eso era algo que podría explicar una multitud de cuestionamientos en torno a él."
"El bar olía extraño, como a perro mojado, pero no me importó. Me senté en una mesita alejada de todo y pedí una ginebra para empezar a calentar la garganta. El reloj de pared denunciaba las diez treinta de la noche y me dije que hasta la medianoche podría darme libertad. El camarero trajo la botella de ginebra y un bocadillo de cortesía diminuto y poco apetecible. En ese momento un aymara bajito comenzó a rasgar unas cuerdas y a entonar una canción melosa y pegadiza. Aquella voz limpia no iba con ese cuerpo regordete y descuidado. El contraste me hizo pensar en algún tipo de artilugio, pero al cabo de una cuantas canciones me convencí de que no había tal, era él nomás, dueño de un destino dispar, condenado a entretener a oscuros personajes en un bar perdido cuando podría haber amasado millones de haber nacido en otra parte y en otro cuerpo. De haber tenido otra vida."
"Observé los rostros de los operarios y hallé algo más que cansancio. Ya no veía el entusiasmo inicial en ellos, estaban apagados y cabizbajos, y diría que algo temerosos. Sólo Namura continuaba con una sonrisa incrustada en el rostro y con una energía inusitada para tan avanzada hora. Recién en aquel momento sopesé la posibilidad de que el oriental estuviera bajo la influencia de algún tipo de droga estimulante, y que, incluso, fuera adicto a ella. Eso era algo que podría explicar una multitud de cuestionamientos en torno a él."
"El bar olía extraño, como a perro mojado, pero no me importó. Me senté en una mesita alejada de todo y pedí una ginebra para empezar a calentar la garganta. El reloj de pared denunciaba las diez treinta de la noche y me dije que hasta la medianoche podría darme libertad. El camarero trajo la botella de ginebra y un bocadillo de cortesía diminuto y poco apetecible. En ese momento un aymara bajito comenzó a rasgar unas cuerdas y a entonar una canción melosa y pegadiza. Aquella voz limpia no iba con ese cuerpo regordete y descuidado. El contraste me hizo pensar en algún tipo de artilugio, pero al cabo de una cuantas canciones me convencí de que no había tal, era él nomás, dueño de un destino dispar, condenado a entretener a oscuros personajes en un bar perdido cuando podría haber amasado millones de haber nacido en otra parte y en otro cuerpo. De haber tenido otra vida."
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