La explotación de recursos en asteroirdes y planetas cercanos es un tema recurrente en mis relatos. Explorar los sentimientos de aquellos mineros confinados a una vida solitaria y fría me resulta vertiginoso, desesperante; y como anticipación tecnológica me parece una posibilidad cercana, al menos más cercana que las colonías en otros mundos y los viajes interestelares, por lo que cada tanto retorno al tema y le busco un nuevo enfoque.
Les dejo aquí unas muestras de un nuevo relato sobre el tema:
El túnel gira en una espiral descendente cavada con elogiable prolijidad en la traicionera roca del asteroide. Los robots son herramientas fundamentales en la minería actual, irreemplazables, pero cada tanto se ponen un poco mimosos y requieren que uno les eche una miradita y una palmadita en el lomo.
—Doscientos metros —me indica Pércival desde su posición—. Hallarás un hoyo delante.
—Sí, ya lo vi. Trataré de caer con suavidad.
Alzo la vista al horizonte en el instante justo en que el carguero colmado de minerales despega y asciende suavemente. Sus turbinas brillan como dos soles diminutos que se apagan lentamente mientas la nave se aleja.
Con Pércival nos quedamos viéndola embelesados y sólo regresamos a la realidad cuando desaparece definitivamente de nuestras vistas.
—Sólo un día más, ¿eh?
Pércival me mira y hace una mueca.
—Para ti. Yo tengo tres años más por delante. Tres largos años… y con un novato que enseñar.
—Ya, ya. No te quejes. No es para tanto. Ven vamos.
La Era del Cambio
Lo que escribo, cuando lo escribo.
Estas son mis ideas, esbozos de relatos por nacer.
martes, 24 de abril de 2012
sábado, 21 de enero de 2012
Entrevista
Luego de mucho tiempo voy a alimentar esta sección con unas lineas de una novela corta que acabo de escribir y que me satisface mucho. Se sitúa en el universo del Ciclo de la Mecanización, en algún punto entre La Era del Cambio y La Evolución Definitiva, aunque los personajes no tienen una relación directa con los de los cuentos mencionados. Es una historia ágil, de carácter detectivezco, a la que no le falta nada. Disparos, corridas, sexo, muertes, mentiras, descubrimientos y peligro. Todo. No bien lo acabé lo mandé al ruedo: a concursar. Realmente, el resultado me agradó.
La indiferencia del mecagorila desaparece y me mira a los ojos como queriendo leer mis pensamientos.
—Es caro.
—Lo sé.
—Tengo que traerlo de afuera. Tardará.
—Está bien. Comprendo.
Julius afirma con la enorme cabeza y se aproxima a mí.
—Veinticinco. La mitad ahora.
—Veinte.
—Veinticuatro.
—Veintidós.
El eterno regateo. La historia de mi vida. Cuando uno hace esto en forma diaria se torna un vicio inevitable. Creo que sería capaz de negociar hasta con mi madre por la cantidad de fideos en un plato de pasta.
Me conducen hacia otra sala y allí un jovencito me espera con un antiguo ordenador impresor preparado. Me sientan y comienzo a relatarles una historia donde el vocero del Mesías es un pobre hombre que fue engañado por una prostituta hábil, que a cambio de dinero le ofreció ser su dama de compañía en aquella noche tan importante. En mi relato me salto por completo la existencia de un encapsulado y minimizo mi influencia en el asunto, hasta el punto de ser yo también un pobre pelele que sólo sirvió de enlace entre estos dos contactos míos. Fin de la historia. Los polis están satisfechos. Ya tienen lo suyo. Ahora me sueltan y me hacen jurar que no abriré la boca ni diré nada a nadie.
Está claro. No hacen falta golpes. Soy un tipo listo. Sé cuándo se cumple eso de que el silencio es salud.
Hay eperanzas puestas aquí. Es cierto. Así que espero que le vaya bien.
Ya veremos...
miércoles, 11 de mayo de 2011
Invasiones
Acabo de escribir un relato que hace tiempo -años- que me rondaba por la cabeza. Está en bruto, creado de un tirón (en realidad de cuatro tirones) pero ya lo siento como satisfactorio. Tiene algo de acción y una idea interesante y espero, si luego de la pulida queda bien, puedan leerlo pronto (bah, pronto, ya saben cómo es esto, en algunos meses estaría bien).
Transcribo algunos pasajes:
"Lara asiente en silencio y echamos a andar rumbo al lago. Cerca de la orilla hay una pasarela que conduce a un puente antiguo pero sólido. Caminamos hacia él besándonos cálidamente y nos sentamos en los primeros peldaños de la escalinata que asciende hasta el puente. Desde esta ubicación tenemos el agua a los lados, meciéndose pacíficamente, y al frente la vista de la avenida costanera que se aleja serpenteando hacia los complejos universitarios de Lancaster Dell. Las torres no son demasiado altas pero sí muy abundantes, y por encima de ellas el sol es una bola de fuego consumiéndose lentamente.
—¿Crees que acabaré graduándome? —pregunta Lara mirando a la distancia—. Detesto tanto las clases de álgebra…
—Sé que lo harás. Confío en ti. Tienes capacidad para lograrlo.
Lara sonríe melancólicamente y repasa los rasgos de mi rostro como queriendo memorizarlos.
—¿Y nos iremos a vivir juntos luego? ¿Tú y yo, solos en las colinas Marshall?Resoplo mentalmente."
—¿Crees que acabaré graduándome? —pregunta Lara mirando a la distancia—. Detesto tanto las clases de álgebra…
—Sé que lo harás. Confío en ti. Tienes capacidad para lograrlo.
Lara sonríe melancólicamente y repasa los rasgos de mi rostro como queriendo memorizarlos.
—¿Y nos iremos a vivir juntos luego? ¿Tú y yo, solos en las colinas Marshall?Resoplo mentalmente."
"—Es demasiado —se queja—. ¿No hay otra forma de decirlo?
Me vuelvo hacia ella con una sonrisa triunfal y afirmo con la cabeza. Sé que debo tener un aspecto demencial, pero es que estos temas me fascinan.
—Sí, hay otra forma. Piensa en nosotros como si fuéramos mineros que un día hicimos un pozo de mil metros de profundidad y construimos una cueva para quedarnos a vivir. No conformes con esto seguimos cavando y nos encontramos con otra cueva mucho mayor, pero que no es nuestra.
—¿Y de quién es?
Alzo las cejas y tardo en responder
—No lo sé, pero tal vez ya me los haya cruzado."
Me vuelvo hacia ella con una sonrisa triunfal y afirmo con la cabeza. Sé que debo tener un aspecto demencial, pero es que estos temas me fascinan.
—Sí, hay otra forma. Piensa en nosotros como si fuéramos mineros que un día hicimos un pozo de mil metros de profundidad y construimos una cueva para quedarnos a vivir. No conformes con esto seguimos cavando y nos encontramos con otra cueva mucho mayor, pero que no es nuestra.
—¿Y de quién es?
Alzo las cejas y tardo en responder
—No lo sé, pero tal vez ya me los haya cruzado."
martes, 5 de abril de 2011
70 por ciento
Retornando de un extenso paréntesis, durante el cual escribí apenas algunos relatos cortos y repasé otros tantos, les transcribo algunas líneas de un pequeño cuento distópico que busca su lugarcito en el mundo editorial:
"Nadie puede bañarse dos veces en el mismo río. Ni siquiera una vez. Está prohibido. Los ríos son propiedad privada y una docena de francotiradores te acribillarían sólo por acercarte a ellos. Esta es la realidad del siglo XXII tan pronosticada por nuestros desoídos padres y abuelos, y es nuestra cruz aceptarla. El agua es el nuevo oro blanco, la droga más poderosa sobre la faz de la tierra porque TODOS la necesitan. Y en grandes cantidades. ¿Cómo nos la quitaron? ¿Cómo fue que de ser libre y gratuita para todos, cien años atrás, pasó a ser un producto invaluable, controlado por un puñado de personas poderosas, hoy en día?
Así fue:..."
miércoles, 11 de agosto de 2010
The Sandman
Nunca leí la tira de Sandman, de Neil Gaiman, pero tengo un recuerdo vago de cuando era chico de haber leído en una Tony o una Nippur algo como "el señor de los sueños..." y "hace muchos años la enfermedad del sueño afectó a gran parte de la población. La gente no podía despertar." y no sé por qué lo relaciono siempre con Sandman... Bueno, ahora sí. Buscando un poco en Internet veo esto: "víctimas de la enfermedad del sueño que se abate sobre el mundo durante la prisión de Sandman" referido a uno de los capítulos de Gaiman. Entonces, de alguna manera he leído Sandman, posiblemente en el 88.
La cosa es que la idea germinó y acabó en un relato sobre el tema: la enfermedad del sueño...
"Regresé a casa pasadas las seis. El cielo oscuro y tormentoso se negaba a darle paso a los nacientes rayos solares, extendiendo la noche más allá de su límite natural. Dan acababa de despertarse y me encontré frente a la dura tarea de explicarle qué había ocurrido con su madre y con el resto de la gente. Se lo dije con palabras simples, acotado por lo escaso y limitado de mis estudios. Dan demostró una gran capacidad de comprensión.
—¿Y despertarán alguna vez?
—No lo sé. Eso espero.
—¿Y que pasaría si no despiertan?
—¿Y despertarán alguna vez?
—No lo sé. Eso espero.
—¿Y que pasaría si no despiertan?
—…"
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jueves, 24 de junio de 2010
Una pausa
Puse en pausa la novela por unas semanas, y mientras tanto, paralelamente a los ajustes en mi rutina (o, mejor dicho, hasta que los cambios vuelvan a ser rutina), escribí un cuento pequeño y extraño. Aquí una muestra:
"Me despertó el chillido de una bestia. Salté a un lado a tiempo para evitar un ataque mortal del Devorador y seis poderosos brazos me aferraron por la espalda. Afortunadamente yo siempre dormía con mi cuchilla en la cintura y con un movimiento rápido hinqué el metal en el vientre de mi segundo atacante. El Devorador se volvió hacia mí y le abrí un tajo en el hocico que le hizo recular. Un tercer demonio voló sobre mi cabeza y también fue víctima de mi cuchilla. Luego rodé a un lado y levanté una pesada hacha sobre mis hombros. El Devorador herido me miró con estupor. No se esperaba tamaña reacción de parte de un humano. Los demonios nunca lo hacían.
Arrastré los tres cuerpos muertos fuera de mi carpa y los abrí al medio bajo la luz del sol para que se secaran. Me alejé unos pasos para admirar mi obra y aspiré el aire profundamente.
—¡Me encanta el olor a sangre de demonio por la mañana!"
Arrastré los tres cuerpos muertos fuera de mi carpa y los abrí al medio bajo la luz del sol para que se secaran. Me alejé unos pasos para admirar mi obra y aspiré el aire profundamente.
—¡Me encanta el olor a sangre de demonio por la mañana!"
lunes, 24 de mayo de 2010
Más fragmentos de la novela
El mundo mecanizado va tomando forma. Aquí más adelantos:
"Juan, desde su inocencia, jamás se explicó por qué, si la esquina de Rondeau era conocida por sus combates sangrientos, nunca fue cerrada definitivamente y apresados los corredores de apuestas y vendedores de drogas, pero con el tiempo, y conforme iba aprendiendo los códigos de la noche en la ciudad, supo aceptarlo como un evento que se daba porque sí, porque la gente necesitaba descargar su furia, y hasta llegó a apreciarlos y a tomar parte.
Una tarde de viernes, con el cielo cargado y la humedad tan alta que las propias baldosas transpiraban, dos amigos de Juan lo convencieron de asistir a una de las singulares veladas de la esquina de Rondeau, y así conoció la euforia de un pueblo sometido y la locura fascinante de la violencia desatada. El galpón olía a aserrín y a pegamento, a orines y a cerveza derramada, y Juan jamás olvidaría ese extraño y heterogéneo aroma que le decía que estaba en un sitio fuera del mundo, fuera de su realidad personal y de cuanto conocía o le habían referido."
Una tarde de viernes, con el cielo cargado y la humedad tan alta que las propias baldosas transpiraban, dos amigos de Juan lo convencieron de asistir a una de las singulares veladas de la esquina de Rondeau, y así conoció la euforia de un pueblo sometido y la locura fascinante de la violencia desatada. El galpón olía a aserrín y a pegamento, a orines y a cerveza derramada, y Juan jamás olvidaría ese extraño y heterogéneo aroma que le decía que estaba en un sitio fuera del mundo, fuera de su realidad personal y de cuanto conocía o le habían referido."
"Randy estacionó su camioneta junto a otras que ya aguardaban y se apeó con dificultad, como si la cercanía del río afectara sus mecanismos motrices. Miró en derredor e intentó captar el espíritu de libertad que tantas veces había descubierto, pero no pudo lograrlo. Había algo incómodo en el lugar, o tal vez en él mismo, que le impedía relajarse. Observó nuevamente el cielo cargado y se le antojó como una coraza, una especie de tapa que oprimía su mundo personal. Una curiosa sensación de claustrofobia lo embargó allí mismo, en medio del descampado, y no pudo librarse de ella hasta que por fin se encontró con su amigo Murray dentro del galpón-taller. El gordo mecánico estaba trabajando en su mesa con los brazos de una mujer de avanzada edad y meneaba la cabeza. A su lado otro anciano los observaba a los dos, más con fastidio que preocupación, y caminaba de un sitio a otro impaciente. En un rincón, detrás de unas enormes maquinarias que Randy sabía que se utilizaban para rectificar piezas delicadas aunque ignoraba cómo funcionaban, dos ayudantes acababan los últimos detalles en unas piernas nuevas para un enorme cowboy de ciento veinte kilos y dos metros de altura."
"—Ya entiendo. Esas aves de rapiña quieren quitarla del medio y usted está buscando una jugada política que le permita salir bien parada de esto.
Elena quitó la vista y asintió frunciendo los labios. Sonaba tan mal expresado así que le daba asco de sí misma, pero no podía más que aceptarlo.
—Sé que no es mi área. Lo mío es la salud, pero nadie está haciendo nada por esta gente y si brindarles justicia, además ayuda a mi imagen pública, tanto mejor, ¿no le parece?
—Es verdad, discúlpeme. No quise ser ofensivo. Es que la política y las armas no suelen llevarse muy bien. Yo tengo una mente que se mueve en un mundo estratégico y siempre pienso en pos de un objetivo. Ustedes, en cambio, le encuentran siempre un costado diferente a las cosas; o al menos lo expresan diferente. Hacen que suene menos… descarnado.
—Es menos descarnado. Trabajamos con gente, y la gente además de pensar, siente… No quiero que me vea como al resto de los políticos de hoy día, coronel. No he cambiado tanto desde que era una simple médica de frontera.
—No se preocupe, señora. Sé quién es usted y qué ideales tiene, y por eso le brindo mi ayuda incondicional. Es fácil comprender que en el ambiente en el que se encuentra ahora deba adaptarse o desaparecer. Uno nunca es uno mismo todo el tiempo."
"—Ya entiendo. Esas aves de rapiña quieren quitarla del medio y usted está buscando una jugada política que le permita salir bien parada de esto.
Elena quitó la vista y asintió frunciendo los labios. Sonaba tan mal expresado así que le daba asco de sí misma, pero no podía más que aceptarlo.
—Sé que no es mi área. Lo mío es la salud, pero nadie está haciendo nada por esta gente y si brindarles justicia, además ayuda a mi imagen pública, tanto mejor, ¿no le parece?
—Es verdad, discúlpeme. No quise ser ofensivo. Es que la política y las armas no suelen llevarse muy bien. Yo tengo una mente que se mueve en un mundo estratégico y siempre pienso en pos de un objetivo. Ustedes, en cambio, le encuentran siempre un costado diferente a las cosas; o al menos lo expresan diferente. Hacen que suene menos… descarnado.
—Es menos descarnado. Trabajamos con gente, y la gente además de pensar, siente… No quiero que me vea como al resto de los políticos de hoy día, coronel. No he cambiado tanto desde que era una simple médica de frontera.
—No se preocupe, señora. Sé quién es usted y qué ideales tiene, y por eso le brindo mi ayuda incondicional. Es fácil comprender que en el ambiente en el que se encuentra ahora deba adaptarse o desaparecer. Uno nunca es uno mismo todo el tiempo."
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