La explotación de recursos en asteroirdes y planetas cercanos es un tema recurrente en mis relatos. Explorar los sentimientos de aquellos mineros confinados a una vida solitaria y fría me resulta vertiginoso, desesperante; y como anticipación tecnológica me parece una posibilidad cercana, al menos más cercana que las colonías en otros mundos y los viajes interestelares, por lo que cada tanto retorno al tema y le busco un nuevo enfoque.
Les dejo aquí unas muestras de un nuevo relato sobre el tema:
El túnel gira en una espiral descendente cavada con elogiable prolijidad en la traicionera roca del asteroide. Los robots son herramientas fundamentales en la minería actual, irreemplazables, pero cada tanto se ponen un poco mimosos y requieren que uno les eche una miradita y una palmadita en el lomo.
—Doscientos metros —me indica Pércival desde su posición—. Hallarás un hoyo delante.
—Sí, ya lo vi. Trataré de caer con suavidad.
Alzo la vista al horizonte en el instante justo en que el carguero colmado de minerales despega y asciende suavemente. Sus turbinas brillan como dos soles diminutos que se apagan lentamente mientas la nave se aleja.
Con Pércival nos quedamos viéndola embelesados y sólo regresamos a la realidad cuando desaparece definitivamente de nuestras vistas.
—Sólo un día más, ¿eh?
Pércival me mira y hace una mueca.
—Para ti. Yo tengo tres años más por delante. Tres largos años… y con un novato que enseñar.
—Ya, ya. No te quejes. No es para tanto. Ven vamos.
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